Cuando empecé bachillerato escogí la rama de Humanidades por tres motivos principalmente:
- Las asignaturas de la rama de ciencias me gustaban pero siempre detesté la física y química.
- En la rama de sociales estaba economía y no es una asignatura que me atraiga demasiado.
- Me gustaba el griego como idioma y tenía curiosidad por aprenderlo.
Debido a mi elección, estudié griego en primero de bachillerato y latín en ambos cursos.
El primer año estaba encantada. Teníamos el mismo profesor para ambas lenguas y aunque había gente a la que no le gustaba, yo aprendía muchísimo en sus clases.
En cuanto a la teoría, en clase nos dedicábamos a hablar de las épocas y culturas romanas y griegas, de la religión politeísta y los diversos tipos de dioses, de literatura, etc. Eran temas muy interesantes para mi.
En cuanto a la práctica, el profesor nos iba enseñando poco a poco la gramática, empezando por las declinaciones, los artículos, los demostrativos, los posesivos, los adjetivos y hasta llegar finalmente a los verbos, que era los más difícil. El vocabulario no necesitábamos aprenderlo porque mediante la práctica ya lo íbamos asimilando.
También aprendíamos los latinismos, el origen de los prefijos y sufijos con raíces latinas y griegas, y diversas cosas que nos sirvieron para otras asignaturas como lengua gallega y lengua castellana.
No obstante, cuando llegué a segundo de bachillerato todo cambió, y no para mejor. El profesor se había ido del centro y nos tocó una profesora nueva que se dedicaba más a cotillear con algunas compañeras, que a dar clase. Fue en ese momento cuando empecé a cogerle manía al latín (y menos mal que el griego no lo había escogido como materia optativa).
Durante las clases, la profesora traducía textos de Eutropio. Era lo único que hacíamos, o más bien, que hacía ella. Porque yo no entendía nada, no sabía hacer nada y no hacía nada. Me había rendido. Y cuando le preguntaba una duda no me hacía caso porque se pasaba toda la hora hablando con las mismas compañeras.
Llegué a coger tanta manía a la asignatura que pasé de un sobresaliente en primero de bachillerato, a no aprobar los exámenes ni con el diccionario.
Finalmente con mucho esfuerzo conseguí aprobar gracias a que me estudiaba toda la teoría y era lo que me salvaba en los exámenes.
Con toda esta historia, me gustaría decir que muchas veces un profesor puede motivarte de tal manera que llegues a disfrutar con su asignatura. No obstante, esa misma materia impartida por otro docente, puede ser un auténtico infierno.
Es verdad que muchas veces los malos resultados académicos de los alumnos y alumnas son porque ellos mismos no se han esforzado o porque no han estudiado lo suficiente.
Pero hay veces, que la pésima metodología de algunos profesores, es la que hace que lleguemos a esos extremos.
Pero hay veces, que la pésima metodología de algunos profesores, es la que hace que lleguemos a esos extremos.
Y eso, eso no se tiene en cuenta en ningún lado, porque los que somos evaluados y recibimos una nota somos nosotros, no los profesores.
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